top of page

Despedirse de los personajes

Actualizado: 29 ago

El mismo año que publiqué Mecida por el viento —ese año que tantas alegrías inesperadas me dio— surgió la idea de crear mi segunda novela. Recuerdo que estaba de vacaciones en una preciosa casa rural, sentada en un porche de madera idílico junto a mi marido e hijos. Pocos días antes, un artículo en National Geographic sobre Skara Brae, un asentamiento neolítico increíblemente bien conservado en las islas Orcadas de Escocia, despertó mi curiosidad. Fue ahí donde germinó la idea. Mentalmente empecé a dibujar la historia y a dar forma a sus personajes principales.


Pero al ponerme a escribir, algo inesperado ocurrió: los personajes de Mecida por el viento —Sean y Olivia— brotaban en cada frase, se colaban en cada diálogo. Era como si no quisieran soltarme. Me di cuenta entonces de que aún no me había despedido de ellos. No era su historia… y sin embargo, seguían dentro de mí.


Para un autor, los personajes no son simples invenciones: son acompañantes, espejos emocionales, y a veces hasta refugios. Decirles adiós puede sentirse como cerrar una etapa vital. Y para hacerlo, solo hay un camino: el tiempo. Tiempo para aceptar que la historia ha llegado a su fin. Tiempo para permitirse seguir su camino, no entre las páginas, sino en los corazones de quienes los leyeron.


Tuvo que pasar todo ese verano, unos meses más, e incluso un curso de novela para poder tomar suficiente distancia. Solo entonces pude empezar a construir una nueva historia con personajes radicalmente distintos. Me entregué a una trama más dramática, busqué voces que no replicaran las anteriores y encontré inspiración en un enfoque narrativo completamente diferente.


Así nació Bajo la misma arena, con personajes más complejos y desarrollados con mimo: Adriana y Eira. Dos mujeres separadas por 3.000 años que caminan sobre la misma arena.

Adriana, arqueóloga eficiente y profesional, deberá integrar su mundo emocional en su trabajo.

Eira, mujer de la Edad del Bronce, tendrá que transformarse para sobrevivir, eligiendo vivir sin miedo.


Porque despedirse de los personajes también es abrir la puerta

Despedirse no significa olvidar. Significa dar espacio a lo nuevo, dejar que otras voces emerjan y cuenten su verdad. Olivia y Sean siempre vivirán en mí, pero ahora caminan al margen, dejando sitio a quienes vienen con otras historias que merecen ser contadas.


A veces, los personajes nos impregnan… para enseñarnos quiénes somos como escritores.

Y lo que sigue —siempre— es volver a empezar.


ree

 
 
 

4 comentarios


Invitado
22 jul

Me parece muy difícil meterse en la piel de Eyra, ese personaje de la edad del bronce....puede ser interesante

Me gusta
Contestando a

Eira no es un personaje difícil de recrear. Lo que sí exige es precisión y muchas escucha. Creo que lo difícil sería precisamente eso, escribirla mal. Porque si uno se detiene y la escucha, Eira aparece. Muchas gracias.

Me gusta

Juan Oliveros
21 jul

Entiendo que los escritores nunca os termináis de separar del todo de los personajes, supongo que volcáis parte de vuestra persona en los mismos.

Además, entiendo hay personajes que por su carácter, o lo que hacen y dicen, pueden llegar a parecer difíciles de “despedir”…pues realmente son queridos y admirados.

Mi enhorabuena por esa nueva novela.

Estoy deseando leerla.

Seguro es FANTÁSTICA!!

Me gusta
Contestando a

Muchísimas gracias por tus palabras, me han emocionado de verdad. Tienes toda la razón: los personajes se nos quedan dentro, como si fueran parte de nuestra propia historia. Algunos nacen de vivencias personales, otros de lo que imaginamos o deseamos, pero todos acaban dejando huella. Y sí, despedirse de ellos cuesta… especialmente de aquellos que nos han acompañado en momentos clave del proceso creativo. ¡Un abrazo enorme!

Me gusta
bottom of page