Así nació Bajo la misma arena
- Laura Toves
- 21 jul
- 2 Min. de lectura
Del hallazgo arqueológico a una historia enterrada que pedía ser contada
Hay lugares que nos hablan sin hacer ruido. Para mí, uno de ellos fue Skara Brae. De ese descubrimiento nació la historia que hoy está a punto de ver la luz.
Una imagen que me atravesó
Un día, por pura casualidad, me crucé con un reportaje en National Geographic sobre Skara Brae, un asentamiento neolítico descubierto en las islas Orcadas, al norte de Escocia. Las imágenes de aquella aldea parcialmente sepultada, junto a las palabras que la describían, me atraparon por completo. Había algo en ese silencio antiguo, en esas estructuras de piedra que han sobrevivido al tiempo, que me tocó profundamente. Supe, en ese momento, que quería escribir una historia inspirada en un lugar así.
Una historia sepultada y un deseo narrativo
Así nació Bajo la misma arena: una novela que imagina su propio poblado ancestral en la isla de Sanday —en el archipiélago de las Orcadas—, pero que comparte con Skara Brae la condición de haber permanecido enterrado durante siglos, como si el tiempo hubiese querido preservarlo.
Desde el principio, quise ir más allá de la excavación. Porque incluso en el presente, cada jornada de trabajo trae sus propias tensiones: el clima, los contratiempos, las decisiones de último momento. Y, sobre todo, las personas. Cada miembro del equipo llega con sus certezas, sus miedos y sus silencios.
El pasado también tenía voz
No me bastaba con narrar el presente: necesitaba imaginar también el pasado. Quería hablar de supervivencia, de luchas de poder, de decisiones que definían el destino de una aldea. Mostrar la crudeza de una vida sin garantías, donde la enfermedad o la violencia podían arrebatarlo todo en un instante. Donde los vínculos no siempre bastaban para proteger, y las alianzas eran muchas veces cuestión de necesidad más que de deseo. Quería contar no solo lo que se desentierra, sino lo que se vivió antes de quedar sepultado.
Dos tiempos, una misma emoción
Ha sido un reto narrativo y emocional: crear dos líneas temporales —una contemporánea, otra en la Edad del Bronce—; desarrollar personajes de épocas distintas con todo lo que eso conlleva; y, sobre todo, contar historias que, aunque enmarcadas en tiempos diferentes, hablan de emociones reales, de vínculos humanos y de decisiones que nos transforman.
Entretejer sus caminos sin que se toquen, pero sí se reflejen, ha sido como construir una excavación narrativa: capa a capa, revelando no solo los hechos, sino también los sentimientos y conflictos que yacían debajo. Así, pasado y presente se responden en silencio, mostrando que las emociones humanas no entienden de siglos.
Lo que deseo que encuentres tú
Mi deseo es que, al adentrarte en esta historia, puedas transitar ambos mundos con fluidez. Que te dejes llevar. Que te atrape y no te abandone. Y que, entre arena, piedras y decisiones, encuentres algo que también te hable a ti.
Hay lugares que nos hablan sin hacer ruido. Para mí, uno de ellos fue Skara Brae. De ese descubrimiento nació la historia que hoy está a punto de ver la luz.
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