Los personajes de Mecida por el viento
- Laura Toves
- 8 ene 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 jun
Cuando empiezas a escribir una novela, te asaltan preguntas inevitables: ¿cómo van a ser los personajes principales?, ¿cómo los vas a caracterizar?, ¿cómo lograr que evolucionen con los acontecimientos?, ¿cómo aprender a “destriparlos” de verdad?
Cuando comencé a escribir Mecida por el viento, creía tener muy definidos a los personajes principales. Pero pronto descubrí que no bastaba con tenerlos “en la cabeza”. A medida que avanzaban los capítulos, me di cuenta de que necesitaba un enfoque más organizado. Me costaba recordar detalles tan sencillos como el color de pelo de Olivia, si tomaba el café con o sin azúcar, o por qué le costaba tanto tomar decisiones. Olivia es un personaje lleno de matices, y genera cierta inquietud en el lector conforme avanza la trama. El respeto que siente hacia su marido, Juan, es clave en su evolución y condiciona cada paso que da.
También tuve dudas con la personalidad de Sean. En ocasiones se muestra comprensivo, tierno y seguro de sí mismo. Pero en otras, aflora un carácter más complejo: egoísta, irritable, incluso posesivo. A veces trata mal a Olivia, movido por su deseo de tenerla, por la frustración o por su necesidad de una entrega incondicional por parte de ella. Esa dualidad fue un reto, pero también uno de los aspectos más enriquecedores del proceso: descubrir que los personajes, como las personas, no son planos ni previsibles.

Construir un personaje no solamente consiste en describirlo físicamente y contar algunas características básicas.
Ethan es un personaje secundario clave en la trama: cada vez que aparece, anticipamos que algo positivo va a suceder. Representa la voz de la conciencia de Sean y actúa siempre en función de su bienestar. A medida que avanzan los acontecimientos, Ethan también evoluciona. Aunque al principio Olivia no le convence del todo, acaba ganándose su respeto y admiración, hasta convertirse —para sorpresa del lector— en uno de los personajes más entrañables y reveladores de la novela.
Carmen, otro personaje secundario, aporta el toque de humor y ligereza necesarios en una historia cargada de emoción. Sus intervenciones, aunque breves, son certeras y brillantes. Con su ironía natural y sus observaciones intuitivas, logra poner palabras a lo que Olivia muchas veces no se atreve ni a pensar. En medio del dolor, Carmen representa el discernimiento desde la amistad.
Construir un personaje no se limita a describir su físico o enumerar algunas cualidades. Supone dotarlo de una psicología coherente, de una forma de reaccionar ante los conflictos y de una evolución a lo largo de la historia. Lograr que el lector se identifique con uno o rechace a otro es uno de los mayores logros narrativos.
Existen numerosos recursos para profundizar en este proceso. Una técnica útil es crear fichas de personaje, incluyendo fotografías inspiradoras y apuntes sobre su perfil físico, emocional y psicológico. Estas guías ayudan a que cada personaje crezca con consistencia, se mantenga fiel a sí mismo y cobre vida propia en la novela.
Explicado así suena muy bonito, lo sé. Y aunque confieso que durante los primeros capítulos de Mecida por el viento no seguí ningún método concreto, pronto comprendí —de manera puramente intuitiva— que necesitaba organizar el proceso de evolución de cada personaje, desde los principales hasta los secundarios. No llegué a elaborar las clásicas fichas de personaje, pero sí fui anotando y guardando con cuidado sus rasgos más significativos, para no perder la coherencia emocional ni narrativa.
Crear un personaje también implica investigar. En el caso de Olivia, no supuso una gran dificultad: hay mucho de mí en ella. Al tocar el violonchelo y formar parte de una orquesta sinfónica, me resultó natural construir su mundo interior. Pero con Sean fue diferente. No tenía experiencia directa en el entorno profesional de una estrella de la música, así que tuve que documentarme a fondo, buscar referencias, imaginar su estilo de vida y dar verosimilitud a su entorno.
Escribir esta novela ha sido una auténtica delicia. He disfrutado cada emoción que he querido transmitir: desconcierto, ternura, amor, pasión, rabia, impotencia, angustia, calma, desesperación o sosiego. Conseguir que el lector las sienta también ha sido mi mayor satisfacción. Sinceramente, aunque el libro no se hubiera publicado, el proceso creativo ya habría sido transformador.
Solo espero que saboreéis la historia tanto como yo he disfrutado al escribirla. Si es así, ya habrá valido la pena.
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